Radio teatro
Hacia el
poniente de Quilicura, se encontraba el Fundo de Don Alfonso Zegers.
Era el año 30 y la soledad del campo sólo se interrumpía con el canto de los gorriones, de
los zorzales, de las lloicas o las bandadas de chincoles.
La apacible
localidad de Quilicura tan sólo a 12 kilómetros de la capital parecía más bien un
pueblo del sur de chile.
Un camino único
que atravesaba la comuna conducía al viajero hacia el sector de San Luis, lugar
de chacras pastizales e inquilinos.
Allí junto
al trinar de las aves se podía escuchar el mugido de las vacas el relinchar de
los caballos y el canto de los gallos al amanecer.
Esa mañana
de abril, Don Alfonso recorría la hacienda montado en su hermosa yegua baya,
observando los sembrados y saludando a sus trabajadores.
-Buenos
días Aníbal. ¿Cómo está la
Rosita ?
-Buenos
Días Patrón, así no más esperando otra criatura Po’ Don Alfonso
-Ya. ¿Cómo
va la limpieza del canal? Hay que sacar toda la maleza ahí en el bajo.
-Muy bien,
Don Alfonso estará terminado mañana.
-Hola
Joaquín, hoy hay que arar el deslinde de los álamos, así que anda a preparar el
arado y el pingo.
-Si Patrón,
justamente pa’ allá vamos.
-No nos
vaya a pillar el aguacero pues “iñor”
El patrón durante
la semana revisaba los trabajos de la hacienda. Sin embargo ahora tenía una
extraña preocupación puesto que algo no había ido bien con la cosecha anterior
y la sombra de la duda le tenía algo incierto, era por esto que cada mañana
salía muy temprano a ver el trabajo de los inquilinos.
Su hacienda
eran extensas propiedades, enormes callejones y alamedas, potreros en el que pastaban los rebaños de vacas lecheras,
corrales y establos por donde deambulaban los caballos y una que otra choza
donde vivían los inquilinos en medio de la zarzamora. Las casas patronales
donde vivía su familia estaban rodeadas de enredaderas y flores y todo tipo de
carruajes y carretones.
Algo
inesperado y extraño sucedería la tarde de aquel día de abril.
El ladrido incesante, de los perros alteró la
calma del campo
Venía de
regreso por el callejón de los espinos cuando una nube de polvo dejó entrever
un carruaje a lo lejos.
Era algo
extraño porque cualquiera no podía penetrar es sus dominios.
Se detuvo
en el recodo del camino y esperó bajó el sauce.
En un
carruaje negro, de finas terminaciones que parecía muy nuevo, estaba un
individuo de elegante aspecto a quien don Alfonso no había visto antes.
El hombre
detuvo el carruaje y el corcel negro relinchó al mismo tiempo.
-Don Alfonso,
un gusto saludarle - dijo en un tono muy cariñoso -- hermosa su hacienda.
Permítame presentarme.
Descendió
de su carruaje y dejó ver su fina estampa que denotaba un muy buen vestuario.
-Mi nombre
es Damián de las Casas y hace bastante tiempo que quería conocerle, la gente me ha hablado muy bien de usted y sus trabajadores parecen estar muy a gusto.
Vera estoy haciendo unos negocios por acá en
Quilicura.
-Y ¿Cómo es
que entró al fundo, alguien le autorizó en la entrada principal?
-Por
supuesto, fueron muy gentiles y además me informaron que le podía encontrar acá . Además debo felicitarlo por su hermosa
yegua, veo que tiene un pelaje muy fino.
¿Qué tipo de negocios son los que usted
realiza? - Preguntó el patrón
-Creo que
le interesará muchísimo lo que le quiero conversar Sr. Zegers. Es una excelente propuesta.
-Es muy
raro que alguien pueda venir a proponerme un negocio acá en este recodo del fundo.
-Ah pero no
se preocupe, suelo hablar de esta manera con las personas que me
interesan, no es problema para mi buscarle acá
Don Alfonso.
-Dígame: ¿ de
que se trata esto?
-Mire Don Alfonso, le hablaré de algo que trasformará completamente su vida.
Pues verá, he sabido que no le fue muy bien en
sus cosechas y que ha tenido algunas preocupaciones financieras que lo tienen algo
nervioso. Ya veo que la hacienda es bastante grande y me entero de que sus hijos
están en la universidad.
¿No le ha
ido bien verdad Don Alfonso?
La yegua no
dejaba de moverse muy nerviosa, así que el patrón decidió desmontar.
Había algo
en el tono y en lenguaje de aquel personaje que confundían a Don Alfonso, sin
embargo todo tenía un extrañísimo atractivo
-No se como
es que se ha enterado de esto mi amigo, no es mi costumbre andar contando los problemas a los demás. ¿Qué me
está proponiendo?
-Quisiera
primero hacerle algunas preguntas-dijo el extraño:
-¿Le
agradaría ver prosperar su hacienda mi
caballero? Ser algo así como la más grande de todo Quilicura…Acaso no sería atractivo
tener unos milloncitos en el banco mientras sus cosechas van aumentando? Porque yo le aseguro que todo
prosperará para usted.
-Dígame y ¿le atrae la idea de aumentar las
cabezas de su ganado? ¿Algo
así
como dos mil nuevas vaquitas?
Lo que le
estoy proponiendo es un muy buen negocio y lo más interesante para usted es que
no tendrá ningún costo. ¿Me ha entendido? Sin gastos para usted.
Es nada más
que un trato…De caballeros. Usted entiende.
Don Alfonso Zegers
quedó perplejo pues su interlocutor era de una magnética personalidad y no
había ningún titubeo ni duda en lo que estaba diciendo.
Con
curiosidad inquirió.
-Y ¿Cuál
sería mi retribución por esta gentileza suya, Señor de las Casas?
-Mire a
cambio de sus éxitos económicos, lo único que yo necesito reclamar de usted es ...Su alma.
-¿Mi alma?
Vaya, esto si que me suena extraño. ¿Nada más que mi alma?
-Nada más
que su alma.
-¿Y cómo
podrá usted disponer de mi alma Don Damián?
-Bueno, en
un tiempo “prudente”, cuando usted haya comprobado todo lo que le he dicho, y
vea que sus negocios se multiplican, si le parece nos podríamos reunir en este
mismo lugar y cerramos este pequeño trato. Para entonces usted será la persona
más pudiente y respetada de toda esta zona.
No necesita
pensarlo mucho Señor Zegers, este negocio es lo mejor para usted, de no ser así
no habría venido a visitarlo. Gozará de prestigio y de muchísimo dinero.
-En
realidad, creo que su oferta es buena, muy buena.
-Ah, sólo
una cosa olvidé mencionarle Señor Zegers, mi querido amigo. De esto no podrá hablarle a nadie, deberá ser un pacto
secreto entre usted y yo. Sólo Usted y yo sabremos de esto. Son mis condiciones.
-No suelo
hablar de mis negocios con nadie Don Damián, quédese tranquilo.
-Muy bien
mi querido amigo, sellaremos entonces este pacto. Toda la abundancia para Usted; y para mi, su alma. Excelente negocio.
Y nuestro encuentro en un tiempo más, será
exactamente acá, en este mismo lugar. Es el lugar más indicado.
El extraño
visitante extendió a la mano hacia el hacendado y estrecharon el acuerdo en un
fuerte apretón, tal como él lo dijo, en un pacto de caballeros.
El extraño
visitante agregó.
-Ah don Alfonso, olvidé algo importante, mire si usted me ve por acá de repente, no se
preocupe. Me encargo personalmente de que mis tratos se cumplan tal como yo lo
he dicho, así que visitaré la hacienda de vez en cuando. Debo asegurarme de que
todo va bien para usted.
Y del mismo
modo que el visitante había aparecido en su elegante carruaje por el callejón
de los espinos, desapareció entre la polvareda mientas se escuchaban los
aullidos y los ladridos de los perros en las casas de la hacienda.
Dos hechos
llamaron poderosamente la atención de Alfonso Zegers, el patrón del fundo: La
marca signada en la palma de su mano de color verdosa que no pudo hacer
desaparecer en los días posteriores y el extraño hedor que invadió aquel lugar del fundo desde el
día del encuentro.
Y desde el siguiente día el cambio fue
absolutamente notorio.
La hierba y
los sembrados se tornaron de un verde esplendoroso, los brotes tempraneros
reverdecían con el sol, los animales se multiplicaron, las vacas en el establo
estaban rebosantes de leche, las crías de los caballos en el potrero corrían a
sus anchas sobre el fabuloso talaje.
Y ni hablar
de los árboles frutales que comenzaron a cubrirse de brotes y flores.
Los
inquilinos del fundo estaban asombradísimos y aunque su trabajó se duplicó,
sabían que aquellos augurios también serían provechosos para sus pobres
familias.
Las
ordeñadoras en el establo casi no daban abasto pues las vacas tenían una
excesiva cantidad de leche y su trabajo debía empezar mucho antes del alba.
Hubo que
construir nuevos cercos en los potreros y asegurar el corral de los cerdos
puesto que todo se multiplicaba.
El sonido
de la campana del fundo al inicio de la jornada se adelantó en una hora y las
faenas se prolongaban mucho más allá de
la puesta del sol.
El trabajo
era incesante y permanente.
Don Alfonso y
su familia recorrían de punta a punta el fundo y sólo observaban como todo
parecía prosperar.
Muy pronto
el rumor de la abundancia que rodeaba la casa de la familia Zegers comenzó a
difundirse entre los lugareños.
-Son unos
zapallos muy re` grandes los que están dando estás tierras.
-Los
carretones van cargados con las matas de apio más verdes y frondosas que se
han visto por aquí.
-Una sola
vaca dio casi treinta litros de leche.
-Los paltos
están cargaditos de unas tremendas paltas negras
-Hasta las
flores se ven mucho más bonitas y coloridas
.La casa del “futre” está
tapizada
de clarines y gladiolos.
-Las
sandías eran re’ contra grandes y coloraditas como nunca se vieron. Ni hablar
de los
melones moscateles.
En
diferentes horarios de la jornada laboral, en los lugares y rincones más
inesperados se dejaba ver don Damián de la Casas.
Los
inquilinos y trabajadores de la hacienda empezaron a sentir un gran temor por aquellas
apariciones. De pronto al alba, en un bellísimo corcel se divisaba la figura
del extraño personaje.
A veces al
mediodía algunos inquilinos le veían en su carruaje a gran velocidad por los
callejones.
Generalmente
los animales en el corral, los perros y los relinchos de los potros y yeguas
alertaban a los inquilinos de que en algún lugar aparecería aquel personaje de
traje negro, elegante sombrero de alas y su singular estampa.
Don Alfonso,
el Patrón, también le divisó en más de una ocasión cuando a lo lejos se
esfumaba su imagen por el camino central.
Una noche,
ya muy entrada la oscuridad los perros aullaron y los inquilinos fueron
despertados por un extraño ruido.
Se
escuchaba el trepicar de los cascos de los caballos el inconfundible sonido de
los ejes del carruaje y extraños sonidos como cadenas que se arrastraban por el
callejón entre las piedras.
El
recorrido del carruaje se escuchó por todos los senderos del fundo, alteró el
establo e incluso se echaron al vuelo las aves en lo alto de los eucaliptos.
Los
campesinos asustados trataron de mirar en la oscuridad.
No vieron
nada.
-Dicen que
anoche anduvo el “malulo” por el fundo
-Creo que
hasta la madrugada se escuchó el galope de los caballos por los callejones.
-Ay que ver
como ladraron y aullaron los perros to’ita la noche.
-Es satanás
el que anda rondando por acá.
-Vamos a
tener que contarle al curita to’o esto.
-Y paree´
que se detuvo en la casa del Patrón.
-Dicen que por
todas partes quedó el olor del azufre
Hubo gran
revuelo por toda la estancia. Don Alfonso algo preocupado hizo algunas consultas
con los inquilinos.
¿Qué pasó
anoche Belarmino, es verdad que hubo mucho ajetreo?
-Es verdad
mi patroncito, en la “rancha” estábamos re’ contra asustados, el perro ladró toita la noche.
-Parece ser
que anduvo “Don Sata” entre los animales y las bestias.
-A lo mejor
sólo se trató de un potro mañoso que se salió del corral.
- No po’s
Don Alfonso , si hasta se escucharon las cadenas del infierno.
-Y no juera
na’ eso. También quedó la hediondez en el callejón ahí en los espinos.
Alfonso Zegers
escuchó los comentarios de algunos campesinos y su ser se llenó de pavor. Era
difícil olvidar el pacto que hizo con
aquel desconocido y las palabras que él había dicho:
“En un
plazo prudente cerramos este negocio, cuando usted vea que he cumplido mi
palabra”
Pasaron los
meses, las estaciones y en un par de años, la hacienda se convirtió en la
más poderosa y rica de toda la región.
El dinero que acumulaba Don Alfonso iba cada día en aumento.
Y junto con
ello, el murmullo de los lugareños se convirtió en un grito a voces en cada
rincón de Quilicura:
-Dicen que
el Patrón tiene un “pacto con el diablo”.
-Y que
todas las noches viene “Don Sata” a visitarlo
-Lo han
visto en un lujoso carruaje ir y venir por el fundo.
-Es que cerca
de las casas del fundo se ha visto un caballero muy elegante, usa un bastón dorado y “más encima”
nadie lo conoce
-¡Que Dios
nos libre de esto!
Finalmente
el rumor llegó a oídos de Doña Carmen Santa Cruz, la esposa de Don Alfonso Zegers el dueño
del Fundo. Entonces ella y sus hijos quedaron consternados.
Doña Carmela sin poder dar crédito a lo que había escuchado, habló aquella noche con
su esposo. Era notorio lo descompuesto que él se encontraba.
Afuera se
desataba un temporal.
-¿Has
escuchado el murmullo que corre entre nuestros peones?
-No sólo
entre nuestros trabajadores, también en el pueblo y en otras haciendas la gente me habla de esto. Se han burlado y se han
reído de mí.
-Cosas
horribles pasan en nuestro fundo, están todos temerosos y créeme que yo también tengo mucho miedo.
-Es que hay
algo que no te he contado y que nadie lo sabe. Quería encontrar el momento de hablarte de esto.
-Dime
querido Alfonso, ¿Qué está ocurriendo con nosotros, que te ocurre a ti?
Es que últimamente te veo tan preocupado,
Parece no alegrarte lo bien que nos va con la hacienda
-Algo no
está bien con nosotros Carmen , algo no está bien…Ahora, escúchame:
Hace un tiempo, un par de años, recibí la visita de un extraño
forastero, me dijo que quería hacer un negocio conmigo. Él me
aseguró que la
hacienda prosperaría y que nos iría
muy bien con los negocios, que el fundo daría más utilidades que todos los
fundos de la zona.. ¿Te has dado cuenta
como todo ha resultado bien, que nunca contamos más
plata que ahora?
-Si, así es,
es como una bendición de Dios. El fundo es más fecundo que nunca. Dios nos ayuda con todo.
-¡No, no
mujer no es asunto de Dios! Es la mano de este hombre del que te hablo.
-Y ¿Quién
es él?
-Es que
nunca lo había visto y ahora me dicen que se aparece por todos lados. Entonces dijo llamarse…Damián, Damián de las Casas. Carmen a
pero lo más increíble es lo que me pidió a cambio de todo.
-¿Cuál fue
su petición? ¡Ni me lo digas Alfonso...!
-Dijo que
quería, mi alma.
-¡Jesús
María y José, Virgen santísima, Dios nos libre, es urgente que hagamos algo, no podemos
esperar más ¡
-El pacto
lo hicimos en el callejón de los espinos, a la vuelta del sauce donde está ese extraño
olor. ¡Ahí me dijo que nos tendríamos que reunir!
- Alfonso tenemos
que hablar con el Obispo y con el padre Joaquín. Y ahora mismo instalaremos
una imagen ahí en la vuelta, pondremos un gran crucifico para que Satanás no se acerque a ese lugar.
-¡Que Segundo
prepare el carruaje, mañana a primera hora vamos de inmediato a la Recoleta
Franciscana!
Todo se
trastocó en la casa Patronal, la servidumbre comenzó a correr de lado a lado,
se alertó a los inquilinos, se repartieron rosarios, biblias y las imágenes de la Virgen María. Se acondicionó una pequeña capilla al interior de la casa, y
Doña Carmen Santa Cruz puso a sus domésticas a rezar día y noche.
Ese mismo
día quedó instalado un crucifico en la vuelta del callejón donde los lugareños
encendieron decenas de velas que Doña Carmela repartió entre los trabajadores.
Se puso una
vigilancia especial a la entrada del fundo y se roció todo con agua bendita.
La lluvia
haría correr el agua bendita por el sendero del fundo.
Había que
impedir que Satanás ingresara a la hacienda. La vida de Don Alfonso estaba en
peligro.
El caso es
que Alfonso Zegers se enfermó notoriamente y debió permanecer en reposo. La fiebre
le impedía levantarse y muchas alucinaciones le acompañaron en las horas
siguientes.
El médico
que le visitó se dio perfectamente cuenta que se había apoderado de él un gran temor
y que sus defensas muy debilitadas le hacían propenso a cualquier infección.
Debía permanecer en reposo hasta su próxima visita.
Todo indicaba que se acercaba el momento de
concretar el pacto.
A pesar de
los resguardos, Don Damián se dejó ver en más de una ocasión y durante la noche
algo extraño ocurría puesto que al amanecer y ocurrió varios días, un pequeño
ternerito apareció destrozado cerca del Cristo que se instaló en el callejón.
Más de una noche los perros aullaron y el
temor que se apoderó del fundo logró que absolutamente nadie anduviera por sus
senderos una vez que se ponía el sol.
Los peones
encargados del portón de la entrada hicieron este relato a Doña Carmencita.
-Mire
misiá. Varias veces ha venido un carruaje muy lujoso hasta la entrada, pero los caballos se ponen a corcovear, y no pueden
acercarse al portón.
-Parece
como si vieran algo en la puerta.
Después salen galopando como los “re-diablos”.
-Ah muy bien,
seguramente es el agua bendita, Hay que echar agua bendita todas la mañanas y todas las tardes. Y por ningún
motivo saquen la cadena.
Don Damián,
el mismo demonio, Satanás, logró ser mantenido a raya.
Sin embargo faltaba el último combate, porque “el diablo” como decían los lugareños, vendría una noche a buscar la recompensa por el pacto que había hecho.
Sin embargo faltaba el último combate, porque “el diablo” como decían los lugareños, vendría una noche a buscar la recompensa por el pacto que había hecho.
Y esa noche
llegó
Don Alfonso estaba gravemente enfermo sobre su lecho, por tal motivo Doña Carmen había
hecho venir al “curita” para que le diera la extremaunción.
Sus hijos
fueron por él a la comuna de Recoleta y al ingresar al fundo al anochecer,
nadie notó que tras ellos entraba un carruaje negro con aperos de finísima
factura y unos hermosos corceles de lomos plateados.
El Carruaje
negro intentó llegar hasta el lugar pactado para que Don Alfonso entregara su
alma, sin embargo todo resultó infructuoso, los caballos despavoridos al ver la
imagen del crucifico y las velas encendidas, se descontrolaron y el elegante
personaje vestido de negro entró en cólera y retrocedió para iniciar la
embestida en las casas patronales.
El diablo
era como un león rugiente.
El
relinchar de los caballos, el aullido de los perros, el ruido del galope y los
ejes del carruaje despertaron a todos los inquilinos, las mujeres gritaban y los
niños lloraban en todo el fundo.
La noche
era tenebrosa.
Frente a
las casas patronales se detuvo el carruaje y como un estruendo se escuchó la
voz de Satanás:
“Hoy he
venido por ti Señor Alfonso Zegers y tendrás que cumplir tu palabra como yo la
cumplí, sal de ahí y ven hacia acá de inmediato que tenemos que partir…”
El ladrido
y el aullido de los perros eran incesantes.
Las vacas
mugían en los establos.
En el
interior de la casa, Don Alfonso yacía sobre su lecho con violentas convulsiones.
El
sacerdote rezaba un rito de un viejo libro a luz de las velas.
-“Espíritu
inmundo de satanás aléjate de este lugar
En el nombre del eterno y de su hijo
Jesucristo te ordeno que dejes en paz este hombre.
Ave María, Ora Pro nobis.
Espíritu inmundo te conjuro por el Dios Vivo
para que te alejes y vuelves al reino del infierno.
Ave María, Ora Pro nobis…
En la
capilla vecina las mujeres más piadosas junto a Doña Carmen rezaban una y otra
vez el rosario.
“Dios te
salve María, llena eres de gracia el Señor es contigo, bendita tu eres entre
todas la mujeres y bendito es el fruto de tu
vientre Jesús.
Santa María madre de Dios, ruega por él y por nosotros los pecadores
ahora y en la hora…”
De vez en
cuando el demonio hacía sus embestidas golpeando las ventanas o apagando las
velas.
Crujían las puertas y el ruido del viento y el follaje de los árboles se
intensificaban.
-“Espíritu
inmundo de Satanás, aléjate de este lugar
En el nombre del eterno y de su hijo
Jesucristo te ordeno que te retires hacia el reino del infierno...”
Y en la capilla
“Segundo
misterio doloroso. Los azotes de Jesús atado a la columna.
Padre nuestro que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino…”
Y en las casas de los inquilinos
“Ave maría
purísima.
Sin pecado concebido.
Gloria la padre, al hijo y al espíritu santo…
Como era en el principio ahora y siempre por
los siglos de los siglos amén.”
No había
tregua para “el diablo”.
El
exorcismo debía durar lo mismo que un velorio, toda la noche, de lo contrario Satanás se llevaría
irremediablemente el alma del Patrón.
La oración
por lo tanto se extendió por largas horas hasta el amanecer.
Los gallos
anunciaron el día.
Las luces
del alba trajeron la paz y la calma al fundo.
Al menos en
esta larga noche “el diablo” había perdido el combate…